Vine a tomar decisiones para no dejar más preguntas sin respuesta. Vine a decidir con quien quiero malgastar horas y horas delante de un ordenador, con la mente llena de ilusiones y las realidades por los suelos. Vine a sacar las verdades a paseo, porque no me van las mentiras detrás de una pantalla. Porque me llené de momentos contigo. De nuestras tardes, nuestros paseos. Nuestras despedidas. Nuestras miradas y sonrisas. Mi poca sinceridad. Tus tonterías, mis carcajadas, nuestra corta amistad. No me gustan las sonrisas fingidas aunque (valga la redundancia) me haya convertido en especialista en esos temas. Y es que vine a decirte que quiero que me mientas todo lo que quieras, que me acompañes a mi casa entre abrazos y sonrisas. Que las canciones nos suenen a recuerdos y las charlas se hagan tan esperadas como interminables. Que estés presente a casa segundo de mi vida. Vine a plagarte de felicidad en forma de besos. Que estoy cansada de no verte. Así es. Me he vuelto adicta a ti. Y vine a que escribamos un futuro juntos, sin punto final.
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